lunes, 2 de diciembre de 2013

Serbal




La vida pasa...
Voy cumpliendo años sin apenas tener consciencia del tiempo...
No sé exactamente qué anhelaba, cómo imaginaba este futuro que ya es presente.

De un bote de cristal, lleno de papelitos plegados, he ido extrayendo uno a uno todos mis deseos y llenándolo cada vez más de otros nuevos.

Nunca le di demasiada importancia a la duración de las cosas, de los sueños.
Creo que daba por sentada su condición de perennes, ¡forever!


Pero la vida es de por sí un ciclo, un proceso, y por ello muchos de mis deseos mueren y caen al suelo una vez satisfechos.

Mis raices se nutren de todos ellos y por ello mi cuerpo está plagado de ramas que arañan el cielo.





A veces brotan hojas y frutos en mis extensiones...

Otras tan solo me siento un árbol despeluchado, desnudo, marchito...

Se me olvida que es el invierno.

Pero por dentro la savia nunca deja de recorrerme. Ese líquido brillante y pegadizo con cuyas lágrimas podría enhebrar collares.



Dicen que lo árboles no ríen...
Pero eso es porque no nos atrevemos a hacerles ¡cosquillas!

Si buscamos los lugares precisos encontraremos su risa. 
Siempre sabiendo que la risa proviene de la relación con el otro y que para relacionarse no siempre es necesario moverse.

Y cuando reímos con otros... a eso yo le llamo AMAR.

Y cuando AMO me ¡río y ¡no tengo frío!


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